miércoles, 27 de enero de 2016

Volver (Pedro Almodóvar, 2006)

Volver fue la primera película de Almodóvar que vi (al menos de manera consciente y completa), en el cine (ya difuntos Cines Centro de Granada), junto a mi amiga Belén. Recuerdo verla sin demasiado entusiasmo, ajeno a que estaba presenciando un acontecimiento en la carrera del manchego más internacional. Ajeno a la -temporal- reconciliación entre Carmen Maura, otrora musa de Pedro, y el director. Ajeno a una Penélope Cruz que nunca ha estado mejor. Me quedé en la anécdota de la historia, en la gracieta de la comedia y en la superficie de una maravilla.
Y es que Volver se ha convertido, con el paso del tiempo, en mi película preferida de Almodóvar, en gran parte debido a la radiografía social que hace de su entorno, pero también a esa protagonista casi arrancada del neorrealismo italiano a la que encarna una soberbia Penélope Cruz. Almodóvar venía de hacer sus dramones más reconocidos, Todo sobre mi madre y Hable con ella (mi segunda preferida del manchego) cuando decidió regresar a la comedia por todo lo alto. Historias de fantasmas, drama familiar y el rodaje de una película se fundían en una trama que supuso además el regreso triunfal (y puntual) de Carmen Maura al universo almodovariano.
Almodóvar, o más bien su cine, es importante para Damián, ya que sus padres se conocieron gracias a la filmografía de este director. Julia trabajaba en un cine donde se pasaba un ciclo de Almodóvar cuando Enrique se coló, ella le salvó el culo y empezaron a hablarse, como dice una amiga. 
Damián no existiría sin Pedro Almodóvar,

viernes, 4 de septiembre de 2015

Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005)


Recuerdo cuando fui a ver esta película con 18, 19 años, lleno de prejuicios, convencido de que la cinta se trataba de una herramienta al servicio del lobby gay. No podía estar más equivocado.
Brokeback Mountain es, junto con Los puentes de Madison, la más bella película de amor que he visto. La historia de esos dos vaqueros y su amor a lo largo del tiempo, teñido por los encuentros furtivos, la culpa y la mentira, dolía demasiado. La camisa con su olor era un símbolo demasiado doloroso.
En un momento de El Desencantador, al poco de conocer a David, Damián le dice que vio la película y le gustó bastante. Personalmente, creo que en ese momento estaba tratando de ser (con bastante torpeza) inclusivo y aquiesciente con su nuevo amigo. Ni siquiera estoy muy seguro de que, al ver la película, la comprendiera. Hay muchas películas que Damián ha visto sin comprenderlas, porque le queda aún mucho que vivir, mucho que aprender.
Sin embargo, las películas seguirán ahí a pesar de los años, y cada vez que las volvamos a ver nos dirán algo nuevo; puede incluso que jamás lleguemos a entenderlas, o que odiemos la misma película que hace unos años nos encantó, pero no es sino la demostración de que la experiencia nos convierte en personas distintas.
Sea como sea, Brokeback Mountain no me volvió loco a mis 19 años, pero vista en ocasiones posteriores me enamoró completa y absurdamente, tal vez porque era ya otra persona, tal vez porque el cine de Ang Lee (incluso ese Hulk que sigue siendo mi favorito) exige una buena dosis de empatía y mucha sensibilidad. Y por eso he decidido comenzar este blog hablando de ella, porque pasarán los años, seremos otras personas, pero esta película seguirá siendo una obra maestra.